Uñas pintadas


Uñas pintadas

No puedo dejar de mirar las manos de la ejecutiva encargada de revisar y catalogar los documentos que le entrego, los dedos de las manos, los diez dedos de sus manos me han hipnotizado y sigo sus movimientos con temor y asombro.

Con la precisión que otorga la experiencia y el conocimiento de diferenciar lo medular de lo accesorio, cambia los papeles de lugar y restaura otro orden más conveniente a los intereses de sus jefes, y destroza con sus diligentes dedos, con sus manos cuidadas, la armonía de un hermoso proyecto que me costó un mundo armar con sentido estético. 

Coloca a un lado el abstract junto con la síntesis del presupuesto, lo etiqueta bajo un código y aparte, en otra carpeta, con el mismo número que le asignado al proyecto, guarda la justificación, sus objetivos inmediatos, las  explicaciones de carácter técnico, los detalles pormenorizados, las fotografías, incluso, con cierto desdén y sin prestar atención coloca sin darle importancia las delicadas acuarelas que dibujan la orografía del paisaje, lo que yo consideraba el  objeto de estudio queda relegado sin la atención debida, seguramente no será leído.

En otras condiciones no hubiera permitido que nadie destrozara mi proyecto, que interviniera de esta tosca manera con el orden que yo he dispuesto, y mucho menos hubiera aceptado que se hiciera en mis propias narices. Considero esta conducta  un atropello a mi trabajo, pero en este momento me es imposible hacer otra cosa que mirar las  manos de esta mujer y sus diez enanos deformes que actúan bajo sus órdenes coordinadamente para desguazar mi trabajo. Con temor y guardando las distancias observo los dedos de esta mujer, son dedos largos y ágiles, de uñas pintadas con esmalte transparente y un único ojo negro, minúsculo, localizado en el centro de las uñas que me miran con desconfianza, con violencia y obligan mi silencio.

Los diez cíclopes insisten tercamente en destruir el proyecto que con tanto esmero logré armar, no tengo dudas que son peligrosos, lo demuestran sus gestos iracundos, me mantengo cuidadosamente al margen de su frenética actividad destructora, he comenzado por sentir un temor atroz a estos enanos y su ojo único de aspecto desalmado y decido estoicamente permanecer estático.

A pesar de su tamaño estoy seguro que están emparentados con el temible Polifemo, o con el peligroso Balor, y una filiación diferente, un cruce de razas, una equivocación en los genes, o un desorden alimenticio los transformó en enanos, pero no por eso son menos peligrosos. Creo firmemente que no debo intervenir ya que la respuesta será seguramente virulenta y las consecuencias terribles, están envalentonados por el número, por su agilidad y coordinación de movimientos, se agita mi respiración, me recorren escalofríos, estoy paralizado de miedo. 

Un débil rayo de sol se cuela entre los intersticios de la persiana y los diez cíclopes iluminados con el dorado rayo de sol cobran vida propia, se acercan peligrosamente intentando someterme, dominarme. Cometí la torpeza de mantenerme cerca del escritorio de esta mujer y ahora estoy a un segundo de ser atrapado y seguramente devorado por estos peligrosos y dañinos cíclopes.

¡Señor González!  ¡Señor González!

Aturdido, oigo la voz de la mujer que pronuncia mi apellido, mueve sus manos frente a mí y  me explica: su proyecto será estudiado por el equipo técnico de la Compañía con el fin de evaluar las posibilidades de ejecutarlo, en el transcurso de una semana nos pondremos en contacto con usted. 

Con cierta dificultad intento retirarme, vagamente me oigo despedirme y camino hacia los ascensores para salir del edificio.

Mientras espero la llegada del ascensor comprendo que las extravagantes uñas pintadas de la ejecutiva que me atendió, ese ojo único sobre sus uñas me llevó a un trastorno de ansiedad, me condujo a las puertas de un conato de pánico.


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