Una Insólita invitación
Se mira al espejo y se encuentra corriente, ramplón, burdo y hasta tosco. En esas condiciones no puede ni debe hacer promesas, por eso se inhibe y no se compromete a establecer una relación. Se castiga, sabe que se anticipa a una posible negación y es probable que se equivoque, pero no quiere correr riesgos, el miedo lo paraliza. En la penumbra retumban sus sospechas y se repiten con el eco exponencial de una particular acústica sus recelos, esas figuraciones suyas finalmente se traducen en una irracional desconfianza así mismo, desconfianza que lo ha empujado al silencio, a la soledad, a la tristeza, a la desolación, a un estado de aislamiento que inevitablemente lo lleva una y otra vez a querer quitarse la vida. En esa permanente huida sus pasos sin rumbo lo trajeron a esta orilla impasible frente al imponente mar. En aquellos días primeros, con la mirada perdida en ninguna parte, sin inmutarse, firme ante la resonancia atronadora de las piedras, que re...