01012025 CC
La jauría salvaje
de deberes cotidianos
me devora cada día
con dientes acerados,
y mantiene a su derecha
los huesos rotos
de mi entusiasmo.
Los minutos están contados,
el horario es impuesto por otro,
de antemano,
y de obligado cumplimiento
según dicta el reglamento.
Me gana la prisa
por cumplir las tareas,
por tachar la lista
y sentarme al fin
a mirar por la ventana,
pero la hora se demora.
Consumida la fecha
en inútiles afanes,
paso por alto
detalles menores.
Vivo a saltos.
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