12232024

 

Entregado a la suerte

de doce horas inclementes

y en medio del infinito hostil,

al final de esta tarde

se inmoló el sol rojo,

aquel disco enardecido 

que pintaba el cielo de naranja,

que reventaba ocres a discreción

y nos llenó de súbito entusiasmo  

se enterró con violencia,

con decisión,

sin un grito,

sin asombro,

en el vértice de dos montañas.

El cielo entero apura la noche

para vestir luto cerrado

por ese bravo sol que nos dejó.


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