Un 23 de diciembre celebro la esperanza

A nuestras familias que huyen y pueblan el mundo.

Muerdo con insistencia
la carne amarga
de mis temores,
encierro entre los dientes
la ácida ansiedad
ante lo incierto.
Cubro los desvelos de la zozobra
y la mentira
entre  secretos silencios
y evito contagiar a otros
con este veneno
que se vino escondido en las maletas.
Me  contenta este cielo azul,
esta luna menguante,
este helado amanecer,
aquella estrella amorosa y atenta
que acompaña cada uno de mis pasos,
y las palabras  que pronuncio
dibujan  con nuevos colores
caminos sin heridas, sin esquinas,
y si algún tropiezo se avecina,
se atraviesa de improviso,
y no se corresponden los tiempos,
y se atrasan mis conjeturas,
hablo de fuerzas que nos guían,
del inmenso amor de nuestros muertos
y de la ciega convicción
de que fuimos elegidos.
Y frente al miedo,
al filo de  su amenaza
antepongo este amanecer,
este cielo azul,
esta terca luna en menguante
que persiste en brillar más allá de la noche
para iluminar mi renovada esperanza.

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