En el preciso momento en que inició el Día de los Muertos, en el borde que separa el día de todos los santos, con ese otro, el de los fieles difuntos. En esa hora inusual, la raya en punta de las doce, que marca al mismo tiempo el final de la noche y el comienzo del día, sin estar buscando nada, encontré el tesoro de una palabra rica en matices, múltiple y diversa, que me describe con aciertos y errores, que me muestra hasta en las sombras, que me proyecta incluso en el rincón de las dudas y también, revela el triunfo de mi tragedia. Una palabra única, excepcional, que quizás susurraron mis santos o mis muertos, desconozco la naturaleza o procedencia. No tengo certezas. Pero esa palabra define mi dolor y mi alegría y por tanto, traza mi exacta estatura humana. En ese mismo instante, fogonazo incandescente, en el que encontré esa maravillosa palabra, surgida en el silencio de la medianoche, entre santos y muertos, la perdí. Y ya no pude recordarla. Fue a...