09212024

 

Lejos, muy lejos,

más allá de las uñas 

aterradoras de los bichos,

de su aliento fatal,

de sus malas intenciones,

oigo la lectura de un informe.


-Un relato espantoso-.


Una voz de madre, 

sin adornos, inflexible, 

-solo una madre 

puede ser tan firme-

descubre y describe 

en una lista de infamias,  

las infinitas formas 

que adopta el odio.


El miedo me envuelve 

en áspero papel de lija.


Una imagen me sobresalta 

y desordena mis sentidos,

el horror vence una vez más 

a la razón y me arrincona.


Mi hijo, con sus contados 12 años

está rodeado por los bichos,

sus rostros deformes por el odio

amenazan a mi pequeño indefenso

y con uñas pavorosas, 

cubiertas de sangre oxidada,

de mugre antigua, 

de historia vieja, 

sacan los juguetes de mi hijo

de una bolsa plástica

y con ella lo asfixian.


Me resisto a creer que son gente.


Solo así se conducen los bichos.

Los bichos, de condición cobarde,

atacan armados, en enjambre

Y se complacen en el daño.


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