La ilusión de encontrar el espejo de las certezas


A mi amigo Ismael (Pitillo)
Por toda la esperanza que corre en sus ríos
y anega las orillas de un país destruido.

El espejo en donde me busco con ansiedad inusitada no me repite, niega mi imagen, ni siquiera asoma un destello de  mi esencia para mostrarla como un triunfo, o una burla certera. Tercamente se rehúsa a reflejar cuanto me rodea, no permite que vislumbre una sola referencia, ni tampoco el efímero detalle de alguna evidencia, que tímida, sugiera la seguridad que necesito para dar el siguiente paso con garantía de éxito.

El espejo está empañado con el vaho de acertijos disociados, ferozmente manipulados para distraer y paralizar. Al espejo lo enturbian las ávidas miradas de quienes se miraron antes que yo en busca de posibles salidas acertadas. Ellos, los otros, se anticiparon y corrieron los riesgos de avanzar entre tinieblas en busca de respuestas. Con miedo resbalaron por un sinuoso laberinto sembrado de inseguridades, de crueles interrogantes, pero decidieron seguir adelante  sin ninguna certeza, con la esperanza puesta en un mañana distinto. Sigilosos y con innumerables precauciones, como pasajeros primerizos, siguieron por una complicada ruta de fronteras móviles y tiempos flexibles, con el único fin de detenerse  ante este espejo convertido en oráculo infalible.

Las indecisiones, esas puntas afiladas de dagas, cogen la delantera, me acorralan y me imponen avanzar titubeando. Abrumado por las imprevistas incógnitas y la urgente necesidad de una certeza, busco este espejo precedido por la fama de ser auténtico y veraz, y ante el cual me presento con mis dudas intactas. Bajo el rigor de la desilusión, bombardeado continuamente por mentiras, esa argucia convertida en el amparo de los cobardes, cargo con el lastre de resistir imprevistos repentinos para sobrevivir lo inesperado.

Ha llegado el momento. Estoy frente al espejo y espero encontrar en la imagen devuelta una evidencia sólida, para espantar este miedo que paraliza, pero tropiezo con una nueva dificultad, el espejo está oculto tras el espeso humo de  incendios anteriores, agotado y sin respuestas.

Me resisto a vivir con miedo en la ignorancia impuesta por la incertidumbre, paralizado entre las sombras. Persisto en buscar la exactitud de la verdad y con tenacidad exijo a esta hora incierta una respuesta frente al espejo empañado. La intensidad de mi deseo devela al fin el secreto que esconde el espejo en su pulida superficie, finalmente vencido por mi firme decisión, devuelve fielmente mi imagen. Miro el rostro que conozco de memoria, cada arruga, cada marca ganada en todos estos años vividos bajo el sino de la incertidumbre.

Recorro una vez más esa carretera interminable que he transitado durante setenta años sin seguridad alguna, azotado por el temor, y aquí estoy entero. Construí una vida bajo los términos de principios propios, entre aciertos y errores desafié los riesgos de lo incierto y encontré en la confianza una certeza para seguir adelante. Hoy comprendo que todos contamos con herramientas suficientes para plantarnos ante lo confuso y atrevernos a vivir bajo condiciones inesperadas. Ante la incertidumbre que nos rodea necesitamos el impulso de una meta y la extraordinaria fuerza de un rayo de esperanza. El espejo muestra que ante lo incierto no hacen falta las certezas, que es imprescindible una esperanza ciega.

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