01012025 CC
La jauría salvaje de deberes cotidianos me devora cada día con dientes acerados, y mantiene a su derecha los huesos rotos de mi entusiasmo. Los minutos están contados, el horario es impuesto por otro, de antemano, y de obligado cumplimiento según dicta el reglamento. Me gana la prisa por cumplir las tareas, por tachar la lista y sentarme al fin a mirar por la ventana, pero la hora se demora. Consumida la fecha en inútiles afanes, paso por alto detalles menores. Vivo a saltos.