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La palabra

La humilde palabra que ayer me señaló y le dió nombre  a esta inquietud, hoy está desarmada y se desangra. Rota entre los dientes antes de ser pronunciada la palabra desaparece. Sin pretexto ni coartada la palabra falta y el silencio acecha. Sin palabras: las ideas escapan y vienen a ocultarse en este café negro que me sostiene.

La palabra que sana

  Yo recibo tu saludo en las sombras, bajo el rigor del miedo. Tu cálida palabra acude hasta mí en la inquietud de los rincones, allí nos han empujado  las tenebrosas voces del odio,  que usurpan los espacios, envenena los mares, oxidan el aire, la sangre, y nos separan. Las salvajes voces de la discordia, siembran desconfianza, reparten pólvora a discreción amparadas en rencores viejos. Mezquinas, resentidas, ocultan medicinas. ¡Imponen la muerte! ¡Instalan mentiras! Tu saludo íntimo y fraterno,  tu sólida palabra  logra evadir las fronteras,  el peligro de los uniformes, las estaciones y alcabalas y llega precisa  y clara. La palabra que sana  aparece en el horizonte a la hora de los abismos y enfrenta al desencanto que ha tomado posiciones, tu palabra de aliento levanta la esperanza que espanta al desaliento.

2018-2024

  En la aurora de los volcanes -en ese amanecer único- borré todos los nombres y desde ese día repito tu nombre como salmo.   ¡El cielo era de pájaros encendidos!   En tus cabellos trencé íntegros mis sueños y desde ese instante mi palabra te nombra. ¡El mar era de peces luminosos!   Cada uno de mis pasos revela la huella inédita, el riguroso tránsito, el vértice exacto en donde tu presencia ilumina todos los caminos. ¡La tierra es amable como nunca!

11022024

A Mirian     Busco una palabra corriente frecuente, universal y sencilla en donde nuestros nombres  coincidan sin equivocarse y luminosa aparece: ¡Camino!   Una palabra única que nos señale a ambos por igual, en justo equilibrio, y encuentro en la balanza: ¡Hijo!   Una palabra singular, que sostenga la carga  de nuestras miradas y desnuda se revela, limpia de dudas:   ¡Esperanza!   Hay otras, miles, de hermosas palabras  que nos definen en esta circunstancia, pero estas son justas, honestas, y vienen en mi auxilio: ¡Camino! ¡Hijo! ¡Esperanza!

11012024

  A mi padre:  él recorrió iluminado  los caminos de la palabra. La palabra: magnífico don de referencia, ella encierra el ímpetu de cien gestos  y la abstracción como concepto. La palabra: luminoso tránsito  de adjetivo y predicado,  de sentido y significado. La palabra: voz que nos distingue y cambia nuestro perfil  de animal de costumbres, para convertirnos en hombres que rozan los límites de Dios. La palabra: torrente creador, tren expreso cargado de emoción que me permite sostener el hilo, hilvanar destrezas. La palabra:  leal, oportuna y siempre fiel, justa y sin condiciones señala, anuncia, advierte. La palabra: es también flecha, lanza envenenada, certero cuchillo, reluciente espada, herida, cicatriz, fractura.   La palabra: dispuesta a mil batallas para defenderme no me pertenece, hace mucho cumple una misión, una única y especial tarea, el delicado homenaje de nombrarte, de  evocarte, eso hace mi palabra y me basta.

Cómplices del silencio

    La hora del silencio abruma, encubre alianzas majaderas de ideologías desvaídas.   El rotundo silencio  se hace pozo y allí se ahoga nuestro grito de auxilio. Ronda la muerte apoyada por el bárbaro silencio.   El silencio de plata  se aloja en el filo de aceros indolentes. El silencio es entonces hoja de cuchillos relucientes que empuñan verdugos de cálculos desiguales.   El silencio aturde, golpea los asombros. En el chocante silencio  se ocultan crueles acciones, allí, agazapados, mirando de costado  los encontramos de nuevo: verdugos antes y  ahora,  después y siempre. El mismo pensamiento atroz a través de los años oscuro, uniforme, lineal. Los cubre una única bandera pintada con los tristes colores  que acompañan la vergüenza.

Una aproximación torpe

    Es única la fórmula de la mujer. La química de su materia, la sustancia de Dios. Es inutil el esfuerzo de mis humildes adjetivos para describir la profundidad de ese universo que gira  en el misterio. Yo estudio a la mujer desde mi ignorancia, desde el  ángulo obtuso que me fue otorgado con el don de ser hombre. Yo la observo con asombro desde la orilla, desde mis límites. Me es imposible llegar al fondo con tan pocas herramientas. Me faltan precisiones. Es incesante la acción de ser mujer: construye lazos, cose afectos, une nuestros retazos con sencillas palabras, con gestos únicos,  que quedan para siempre  grabados en la memoria.   Una mujer se múltiplica intuye signos de alerta, los anticipa, la protege el instinto superior  que la acompaña y enfrenta sola,  su circunstancia.  Una mujer toma decisiones en silencio mientras corta cebollas, o se mira en el espejo y ejecuta sus decisiones  con singular temeridad. El tiempo de u...