Gatillo Alegre 2025 CC

 


 Las humildes viviendas se adueñan del cerro, lo despojan de sus tesoros: árboles, y tierra, y pájaros. Los laboriosos constructores no ceden en su empeño y encementan sus laderas. Levantan casas contra elementales leyes de ingeniería, la arquitectura es suplantada por el ingenio. Estas casas que no dejan de crecer se mantienen en pie y desafían los continuos vendavales de este trópico. Una serpiente de escalones deformes, las rodea. En el cerro, en el laberinto de sus calles estrechas, en el infinito de sus escalones se vive en silencio, bajo un toque de queda permanente dictado por la violencia y el miedo. La risa es un bien escaso. Desde niño y muy pronto se aprende a caminar con la cabeza abajo, no se mira a los ojos y tampoco se sonríe. El obediente hijo sigue los consejos de su madre, elude mirar el rostro de los vecinos. Esa mañana bajó por las escaleras a comprar el pan para el desayuno, 55 escalones ha contado mientras sube con el mandado y no puede evitar mirar al muchacho en el momento que resbala y cae,  tampoco puede  contener la carcajada de efecto mecánico inmediato. Soportó tenazmente la mirada de desprecio del caído, un niño de su misma edad. En silencio lo mira sacar la pistola y oye un disparo. La bolsa con el pan se mancha de sangre.

 


Happy Trigger 2025 CC


The humble dwellings take over the hill, stripping it of its treasures: trees, and soil and birds. The industrious builders do not yield in their efforts and cement its slopes. They build houses against basic laws of engineering, architecture supplanted by ingenuity. These ever-growing houses remain standing and defy the continuous gales of this tropical place. A snake of misshapen steps surrounds them. On the hill, in the labyrinth of its narrow streets, in the infinity of its steps, life unfolds in silence, under a permanent curfew dictated by violence and fear. Laughter is a scarce commodity. From childhood and very early on, one learns to walk with head down, not looking into others' eyes nor smiling. The obedient son follows his mother's advice, avoids looking at neighbors' faces. That morning he went down the stairs to buy bread for breakfast, 55 steps he has counted while climbing up with the errand, and he cannot help looking at the boy at the moment he slips and falls, nor can he contain the mechanical, immediate burst of laughter. He stoically endured the fallen boy's look of contempt, a child his same age. In silence, he watches him pull out a gun and hears a shot. The bag with the bread is stained with blood.​​​​​​​​​​​​​​​​


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