08282024
La arrolladora tormenta
crispa la tarde.
Se marcha indolente la tormenta
y deja en la tarde desprevenida
el acento en las heridas.
Persiste el dolor, la pena,
y la agobiada tarde se escurre
por las rendijas de la noche.
Los días luminosos
aparecen sin aviso,
se borran de improviso
y se marchan sin adioses.
Esos días imprevistos
dejan un aroma de lavanda,
y se convierten en recuerdo
en donde crece la esperanza.
El amor, en cambio,
con su fuerza arrolladora
aparece sin anunciarse
en el silencio fugaz
de las miradas.
Arrebatado.
El amor toma posiciones,
te envuelve, permanece,
y ya no se marcha
ni se borra,
ni se escurre de improviso
por rendijas.
El amor se instala
anclado en la esperanza
y se arraiga para siempre.
Yo lo alimento
-al amor-
con granos de paciencia,
con gestos sencillos,
con terca insistencia
y lo renuevo cada día
con la vehemente emoción
de un sol naciente.
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