Un aguacero inconveniente
Gruesas gotas rompen el cielo y de improviso, las calles y avenidas de la ciudad se convierten en pozos, en charcos y hasta en lagunas. El viento y el frío se ensañan contra los indefensos pies de Catalina, que apenas cubiertos por unas sandalias de verano, enfrentan esta imprevista e insólita tormenta, La lluvia sorprende a la desprevenida Catalina, que en mal momento se quedó sin empleo y no le alcanzó el dinero, ni el tiempo, para comprarse unos zapatos que le permitan enfrentar esta contingencia. Catalina hace un intento vano de apartar con las manos, las gruesas cintas de agua que empapan sus ropas, mojan los cabellos, encienden las luces del pecho y caen a chorros sobre sus inocentes, desnudos y desprotegidos pies. Desde los dedos, el empeine, los talones y el tobillo, se mete en los huesos de Catalina un frío de espanto, que espesa la sangre y enturbia el pensamiento. Catalina, entumecida, está a punto de parálisis en medio de este inconveniente aguacero. Catalina quiere h