Marino en remolino

 

A los 20 años recogió velas y ancló en puerto seguro, pero al cumplir los 65 años un mar revuelto entró en su vida y un remolino engulló sus afectos. Perdió pie en tierra firme e inició con el llanto vivo y sin guardar luto un viaje desenfrenado en busca del amparo que puede ofrecerle.
Un muelle en cualquier bahía.
Un atracadero en alguna ensenada.
Un apostadero en un estuario.
Abrigo en una rada.
Refugio en un golfo.
En un mes atravesó su quilla en aguas turbulentas. Rompió olas. Bogó con velas desplegadas aguas tranquilas y azules. Enfrentó vientos cruzados, navegó más que en toda su vida y no encontró la dulzura de un puerto en donde anclar definitivamente.
Sus hijos lo convocaron una tarde y le dijeron: te has convertido en un adolescente de 65 años.
Entre sollozos incontenibles les confesó: los recuerdos encapotan los cielos y ya no son amables. Yo no sé ni puedo vivir solo.

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