Es un corazón solitario, está a punto de rendirse ante el enfado que lo domina y no lo sabe. Esconde su tristeza detrás de un díptico de círculos de mermelada. La pena lo envuelve y la disimula detrás del humo denso de sus innumerables cigarrillos. Sin razón aparente el desánimo minó su espíritu y el silencio agazapado en su costado izquierdo lo muerde tenazmente, siente sus dientes afilados al buscar su lugar en estos antiguos campos de fresa, en donde no hay espacio para perder el tiempo, ni nada es real, y por ello no hay razón para preocuparse. Intenta escapar del mazo que lo amenaza, pero cae en la trampa de sus días sin nada que hacer. Todos saben que no hay nada que hacer, pero él repite: Buenos días, buenos días. Sin nada más que decir cada día, sin encontrar ninguna treta para romper el cerco del dudoso sargento pimienta que lo persigue sin tregua. Con desesperación quiere un consejo, una palabra, una señal, pero no tiene el valor para pedir ...