Esther


El tiempo inició el trabajo
de urdir su fina trama
sobre la piedra del olvido.

A crear sin plazo distancia,
a borrar huellas
en las arenas de la memoria.

En un descuido,
profundas  brechas, heridas,
dejan un surco sobre la piel,
un trazo que finalmente se confunde
con otras tantas marcas inevitables.

Hemos logrado en estos días
apenas sustituir la ausencia
con obligatorios  y perentorios
actos domésticos diarios.

Y aun estás presente entre nosotros:
recordamos  gestos, actitudes, fechas;
pensamos en las palabras que dijimos
y también, mucho, en aquellas que callamos.

Imaginamos todavía futuros posibles.

Tu último acto público
un extraordinario esfuerzo
de ejemplo ciudadano.
Educadora siempre,
a toda hora, hasta en domingo
con la firmeza del ejemplo.

Esther:
Maestra de lo cotidiano.
Profesora de artes sublimes.
Guía entre sombras y arcanos
de futuros inciertos.
Consejera en la turbulenta
lucha de pasiones.
Tutora de la tesis:
Una Mujer Librepensadora
Y el Difícil Arte de Vivir
con el Corazón en las Manos.

Guardiana de recuerdos familiares.
Hija, hermana, tía, madre y comadre,
abuela, amiga incondicional.

El tiempo casi sin esfuerzo
deshilacha  la tela hasta el hilo
y  lo lanza contra el viento
lejos,  tan lejos
que  no lo alcanza el recuerdo
y  se pierde gastado en los recovecos
interminables  de la memoria.

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